Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100139
Legislatura: 1887-1888
Sesión: 19 de diciembre de 1887
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 15, 270-272.
Tema: Información parlamentaria sobre la corrupción e inmoralidad en la administración de las provincias de Ultramar.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): Ya lo ha oído el Senado; esa proposición se presenta en defensa de ciertas instituciones. (El señor Bosch (D. Alberto): Jamás; ése es el lado que conviene a S.S. para torcer la cuestión). Es que lo dice la proposición, y además, lo ha dicho S.S.; y más valiera que no lo dijese, porque quien falta a los respetos debidos a esas instituciones, es el que se expresa de la manera como S.S. se ha expresado. (Grandes y repetidos aplausos. ?El Sr. Bosch: No; jamás). ¿Qué tienen que ver las instituciones con lo que pueda pasar en Cuba? Ahora se viene hablando mucho, señores Senadores, de la inmoralidad de Cuba, sólo porque a un Sr. Senador se le ha ocurrido amontonar todos los actos de inmoralidad que han podido ocurrir allí durante muchos años, para arrojarlos a la frente del Gobierno y del partido al que dice que pertenece, cuando menos motivos que nunca hay para hacer eso. Porque, Sres. Senadores, es verdad que la administración de Cuba deja mucho que desear; es cierto que se resiente bastante la moralidad de aquel país; pero este Gobierno hace todo lo posible, como lo han hecho otros Gobiernos anteriores, para extirpar la inmoralidad; y lo único que hay es, que se presenta como una obra difícil la de extirpar en un día un mal tan inveterado y tan intenso, resto de las guerras civiles y de otras inmoralidades más grandes, más repugnantes que encubrían en años anteriores estas inmoralidades administrativas, haciéndolas pasar entonces en silencio, mientras que ahora escandalizan tanto. (Bien, bien; grandes aplausos). No; no se pueden con justicia dirigir cargos a este Gobierno por la inmoralidad que haya en Cuba, porque hace cuanto puede para extirparla, porque apela a las autoridades que cree que tienen más energía para lograrlo, porque las inviste de toda clase de facultades para ello, porque a todas les tienen advertido que, para perseguir [270] la inmoralidad, no se detengan ante nada ni ante nadie; y esto que hace con sus autoridades, lo hace también con autoridades que no pertenecen a su partido; y como tal vez haya aquí presentes gobernadores generales (no de nuestro partido) de algunas de las posesiones de Ultramar, que lo han sido en nuestro tiempo, ellos pueden decir si han encontrado la más pequeña lenidad en el Gobierno en todo lo referente a las inmoralidades de aquellos países. (El Sr. Salamanca: Pido la palabra); porque este Gobierno ha sabido respetar a todas las autoridades que ha encontrado en esas provincias.

No; no se puede hablar de inmoralidades en Cuba al partido liberal en estos tiempos, cuando se ha abolido la esclavitud y con ella se ha hecho desaparecer la más grande de las inmoralidades, aquella que cubría todas las demás y que en mayor escala se realizaba y que por la sombra inmensa que proyectaba sobre las otras, dejaba pasar éstas inadvertidas. No se puede hablar de inmoralidad en Cuba en estos tiempos, cuando se han hecho desaparecer aquellas negradas que nos avergonzaban ante el mundo, y aquel contrabando y comercio repugnante de carne humana, a cuya sombra se adquirieron tantas riquezas, algunos de cuyos poseedores quizá se asusten ahora de las inmoralidades de Cuba. (Grandes aplausos).

No, Sres. Senadores, no; se hace todo lo posible para extirpar la inmoralidad; lo hizo antes el partido conservador; lo hace ahora el partido liberal, pero no es tan fácil conseguirlo de una vez. Ahora hay mucha menos inmoralidad de la que ha habido siempre en aquella isla, en la que por las razones que acabo de indicar, la inmoralidad parece como que se respira en la atmósfera y está en todas partes. ¡Qué denuncia, qué apunta el general Salamanca, ni qué tengo yo que ver con el general Salamanca, cuya pasión le hace dirigir a los que se llaman sus amigos, cargos injustos tan sin razón, ni motivo alguno! (El Sr. Bosch: Mucho más que yo). Y ¿Por qué el general Salamanca haya dicho eso, viene el Sr. Bosch a presentar una proposición de la gravedad e importancia que ésta tiene? Pues qué, ¿no se está viendo el artificio parlamentario? ¿No se ve que esto ha sido fraguado antes de venir aquí y antes de oír al general Salamanca? Nada menos que tres días hace que he oído esta indicación, que no creía, porque no podía creer que personas formales y que están investidas del carácter de Senador se prestasen a semejante cosa. (El Sr. Bosch: Pido que se escriban esas palabras para los efectos reglamentarios). Pues que se escriban, porque para eso las he pronunciado. (Aplausos).

Antes de saber lo que iba a decir el general Salamanca, ya ciertos periódicos indicaron la idea de esta proposición. ¡Ya veis si os consideráis perdidos! es que no tenéis por dónde atacar, con razón aparente siquiera, al Gobierno, y os valéis de la cuestión de inmoralidad de que el Gobierno no es responsable. Todos hemos hecho lo posible contra ella, y ahora, menos que nunca, se puede hablar de las inmoralidades de Cuba. ¿No recuerdan los Sres. Senadores, aquellos grandes fraudes que se cometían en tiempos anteriores a este Gobierno, a consecuencia de los cuales hay en presidio altos funcionarios públicos? ¿Pues fue en tiempos anteriores, o en nuestro tiempo, cuando se tuvo la fortuna de que se descubrieran? Y en tiempos nuestros, como en los de los conservadores, porque en esto no escatimo la justicia que debo al adversario, se ha proseguido la causa, que dio por resultado el que fueran condenados e ingresen en presidio bastantes funcionarios públicos y algunos de elevada categoría. Pero ¡qué más! ¿No recordáis cuando el dignísimo general Sr. Jovellar tuvo necesidad de calificar y perseguir como delitos de infidencia los fraudes contra el Tesoro de Cuba, entregando a los delincuentes a los Consejos de guerra? ¡A qué punto no llegarían los fraudes! Y, sin embargo, entonces no se dijo nada contra el Gobierno. ¿Hemos llegado a ese caso ahora? ¿Qué es, en definitiva, lo que ha pasado aquí? Uno de los expedientes de que se ha hablado es el de la aduana de Cienfuegos. ¿Qué ha ocurrido en la aduana de Cienfuegos? Pues sencillamente que se denunció que aquella aduana no tenía buena administración, y el Gobierno, celoso de la moralidad, sin más que por esa denuncia genérica, separó a todos los empleados de aquella oficina y los sometió a un procedimiento administrativo. El otro expediente citado en este debate (hablo de nuestros tiempos), es el relativo a la aduana de la Habana, y en éste, ¿qué más podía hacer el Gobierno? Notó que la renta de aduanas iba disminuyendo, y sin más que por esta observación, con gran energía y sin vacilar, mandó a aquella autoridad superior que inspeccionase por sí misma la recaudación de la renta de aduanas para explicar la baja; y por efecto de estas órdenes, a la menos indicación, a la menos duda del gobernador general, quedaron cesantes muchos de los empleados. ¿Qué más se puede hacer? Lo que falte está encomendado a los tribunales. Pero ahora resulta, notadlo, señores Senadores, por lo que arroja el expediente, que el Gobierno y aquel gobernador general han pecado por exceso de celo, puesto que ninguno de los empleados de la aduana de la Habana, según ha confesado el general Salamanca, aparece complicado en ningún delito.

De manera que de lo único que se puede acusar al Gobierno, es de exceso de celo, de demasiada energía para perseguir a todo funcionario del cual se duda siquiera que ha cometido un fraude. Pero ni esto siquiera es exacto; lo que hay es, que precisamente por ese deseo de combatir la inmoralidad que echáis de menos vosotros, no todos, algunos solamente; por querer el Gobierno liberal acabar de una vez con la inmoralidad, hace lo que en otras épocas no se hizo, y en la duda sólo de que un empelado puede faltar a su deber le separa, le somete a un expediente y si es necesario le lleva a los tribunales. Antes, en épocas no muy remotas, estas faltas que ahora se persiguen, pasaban inadvertidas y no se perseguían con la severidad de ahora; y sabido es, Sres. Senadores, que una falta que se descubre, persigue y castiga, mete más ruido que ciento que no se persigan o no se castiguen, porque quedan envueltas en el misterio.

Esto es lo que resulta como verdad. Y el hacer cargos al Gobierno cuando debía merecer aplausos, no lo comprendo más que en la pasión y encarnizamiento con que se combate aquí al adversario y mucho más al amigo que se cree que ha faltado a la más pequeña consideración.

¿Qué se pretende ahora hacer? ¿Una información parlamentaria? ¿Para qué? ¿Para inmiscuirse en el terreno propio de los tribunales e impedir que éstos procedan con toda libertad? ¿Para supeditar acaso la opinión de los tribunales? Pues esto no lo consiente el Gobierno; esto no conduce más que a meter ruido para [271] que en definitiva no se haga nada; y esto, además es una confusión de Poderes perfectamente inconstitucional que no puede permitir el Gobierno.

¿Es que para ciertas gentes los malos ejemplos sirven de estímulo? Pues bien; nosotros no queremos seguir esos malos ejemplos, y desde ahora declaro que no los seguiremos, sin entrar en más explicaciones.

No quería, Sres. Senadores, entrar en este debate, que se va haciendo demasiado largo, hasta que me tocara el turno, y esperaba tranquilamente a que todos y cada uno de los Sres. Senadores que han tenido por conveniente combatir al Gobierno expusieran sus ideas para darles la merecida contestación; y como sigo en este propósito, no quiero continuar más tiempo molestando la atención del Senado, y concluyo diciendo que el Gobierno se opone terminante y resueltamente a una proposición que cree antipatriótica e inconstitucional. (Aprobación). [272]



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